martes, 15 de mayo de 2007

Mi locarte

Mi sed por lo escenarios había despertado. Alguna de mis locuras atrapadas en mi cabeza me imploraba libertad. Sin embargo, la locura que ahora quería presentar era muy personal. Y si para Lemebel el resentimiento es la tinta de su trabajo y para Frida su sufrimiento era el pincel de su arte, el de mi montaje era una coreografía que raspaba sin piedad las costras de mi corazón, removiendo emociones que aunque dormidas, no habían perdido detalle alguno de sus recuerdos.

Me daba algo de temor trabajar con algo tan delicado, pero si los poetas lo hacen porque yo no?. Y no era fácil, había que ser preciso pero hasta las palabras muchas veces se hacen pocas para expresarnos, entonces, como plasmar lo que daba vueltas en mi cabeza en un escenario sin perder sus colores, su discurso, su esencia, su inquietud, su real significado?. Mh, algo ambicioso quizás.
No era una crítica y no era una denuncia, esta vez todo partía desde lo más íntimo, desde mi historia, desde lo que la vida en estos últimos años me ha entregado.

Como exorcizar mi dolor y hacer tolerable mi desilusión?.
Bueno y quien seré en el stage esta vez? Mi soledad?. La sequía de afecto en la que vivo?. Quien?. Que órgano de mi cuerpo exhibir esta vez?. Como hacer de tus heridas un show?.

Mientras escuchaba a la chispa que encendió esta inquietud, “El Desierto”, un tema de una mexicana llamada Lhasa, y dibujaba lo que seria el vestuario tirando rayas locas en un hoja con una mano y con la otra hojeando una Vogue del 2006, me pregunte si quienes verían esto lo comprenderían. Necesitaba ser explícito entonces. Termine el vestuario plagiando a Galliano, ahora recién podía marcar cierta coreografía, pero no quería algo matemático. Pensé, esta vez quiero volver a la emoción instantánea, a la improvisación más fresca, más desatada y más intensa.

Hice un pequeño ensayo y en medio de ese show sin espectadores, termine de rodillas cubriéndome el rostro llorando casi sin poder respirar. Una hora después desperté tirado en el suelo y muerto de frío. Me senté al PC y escribí todo esto.
Siento que las locuras atrapadas en mi cabeza y que me atreví a manosear para saciar esa sed de stage no eran sino una pena sangrante latente y a flor de piel, que no implora libertad, más bien quiere quedarse conmigo y ser la musa y el corazón de mi locarte.

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